El hogar de día del Centro de Atencion a Adultos Mayores Comedor N°3, correspondiente al Ministerio de Desarrollo Humano, se ha consolidado como un vital espacio de contención, integración y acompañamiento, ofreciendo nuevas oportunidades de vida para sus miembros, aunque la lucha por la dignidad en el acceso a la salud persiste.
En el corazón de Villa Angelelli II, el Centro de Atencion a Adultos Mayores Comedor N°3 trasciende la función de un simple comedor para convertirse en un verdadero hogar de día y motor de vida para sus asistentes. Este espacio ofrece a sus miembros no solo el almuerzo diario, sino también un distintas actividades que promueven la integración social, el bienestar emocional y la participación activa en la comunidad.
Las jornadas que se realizan son diversas y enriquecedoras. Incluyen paseos y minivacaciones en Santa María de Punilla, donde los adultos mayores disfrutan de recreación, ricos banquetes y bailes por la noche. Además, se organizan caminatas, salidas al teatro y sesiones de gimnasia. El centro ha sido un lugar donde algunos miembros han logrado terminar la escuela primaria y secundaria, incluso en medio de la pandemia.
El impacto más significativo de este espacio, según los testimonios, es la profunda sensación de contención, cariño y compañía que brinda. María de la Mercedes Gómez, con 70 años y 17 de asistencia, enfatiza que: «si bien, antes venía por razones económicas, hoy lo hago por la libertad de sentirme una adulta mayor integrada en mi comunidad«. Además, en su charla junto a Perla Flores María destaca el respeto y el cariño mutuo entre los miembros y hacia la figura del Padre Mario, el auxiliar y encargado del comedor, a quien sienten como un amigo por su trato y afecto.
Para muchos, el Centro de Atencion a Adultos Mayores es un bálsamo ante la soledad y el dolor. Julia, quien se unió hace poco más de un mes tras la dolorosa pérdida de su compañero de vida, confiesa que el lugar la ayudó a volver a tener ganas de seguir y a darse cuenta de que no hay edad para volver a empezar, incluso a los 63 años. María Midelia Córdoba, por su parte, con más de cinco años en el comedor, encontró compañía y alegría tras un accidente que la dejó sin trabajo, afirmando que «la amistad, el buen trato y el compañerismo es lo que todos necesitamos».
El alcance del Hogar de Día trasciende las fronteras del barrio, ya que Pablo, uno de los pocos hombres entrevistados, detalla cómo el comedor «abriga» a vecinos de diversas zonas circundantes, como la Cooperativa 12 de Septiembre, La Huertilla y El Milagro, creando una «gran familia» que se extiende y complementa en toda la zona.
A pesar de la alegría y el apoyo que encuentran en este espacio comunitario, los adultos mayores también enfrentan desafíos en el sistema de salud de su comunidad. María Midelia Córdoba, nos relató la inhumana situación de hacer fila a las 5 de la mañana bajo el frío para conseguir un turno médico, a menudo sin éxito. Magdalena González, una vecina de la zona desde hace 26 años, corrobora esta problemática, señalando que tanto ancianos como niños se enferman más esperando a la intemperie.
Por ello, los vecinos del barrio, mediante la organización barrial, están abocados a conseguir un refugio en el dispensario para resguardar a quienes esperan atención médica, buscando que se «ajuste el criterio» para tratar dignamente a las personas enfermas.
Este espacio comunitario demuestra ser un pilar fundamental en la vida de sus adultos mayores, ofreciendo amor, respeto y una oportunidad de reintegrarse y sentir que la vida, a cualquier edad, siempre vale la pena si es en compañía.

Más de dos décadas humanizando la vejez en Córdoba
Desde sus inicios, hace más de 20 años, el Centro Integral para Personas Mayores del barrio ha evolucionado de ser un comedor a convertirse en un vibrante epicentro de vida comunitaria, donde se fortalecen vínculos, se promueve la autonomía y se celebra la integralidad de los adultos mayores a través de diversas actividades y un enfoque humano.
Aunque en sus comienzos funcionó principalmente como un comedor para apoyo alimentario, en 2018, el Plan Córdoba Mayor impulsó una transformación, ampliando su mirada para ofrecer una variedad de actividades que van más allá de la asistencia.
Uno de los pilares fundamentales del centro es Mario, un trabajador socio-comunitario que lleva 11 años en el lugar. Aunque no reside en el barrio, Mario ha logrado crear una familia en el Centro de Adultos. Él se encarga de la organización y es un gran impulsor de la participación, llevando a los adultos mayores a eventos y salidas, como al circo, al teatro, para que se diviertan y se sientan activos.
Además de la diversión, Mario también absorbe y contiene a las adultas que llegan con problemas personales o familiares, ayudándolas a serenarse y tranquilizarse. Es un entusiasta de los deportes: organiza juegos de Tejo y Truco, y acompaña a campeones como Miguel, Sixto, José Guzmán y Cristina Varela a competir en torneos provinciales y partularmente con la mira puesta en el Campeonato Nacional en Salta. «Los adultos mayores esperan con ansias estos campeonatos para despabilarse» afirma Mario.
El enfoque integral del centro se refuerza con su equipo técnico, conformado por Fabiola Monti, trabajadora social, Marianela Herrera, psicóloga, y Beatriz Lubrano, nutricionista. Fabiola explica que su misión es acompañar el proceso diario de las personas mayores, centrándose en su integralidad y en acciones socio-recreativas de inserción comunitaria, siempre priorizando el vínculo y el diálogo con la comunidad. «Un concepto clave que promovemos es la Comensalidad, que trasciende el mero acto de comer juntos; implica sentarse a conversar, contarse experiencias y fortalecer nuevos vínculos que quizás se hayan fragilizado en esta etapa de la vida» asegura Trabajadora Social en testimonio con La Ranchada.
Además del desayuno y almuerzo diarios, se imparten la escuela primaria de adultos por la tarde y la secundaria de adultos por la noche, para mayores de 16 años. También se realizan gimnasia, teatro, música, baile, juegos y recreación con la colaboración de estudiantes universitarios. El centro fomenta la intergeneracionalidad, buscando que las personas mayores compartan sus saberes e historias con los jóvenes, e impulsa su participación activa en la comunidad, como asistir a colegios o centros de salud. La terminalidad educativa es considerada una herramienta fundamental para su autonomía e independencia.
El barrio Angelelli se distingue por su fuerte anclaje comunitario y una rica historia de lucha y cooperativismo. Fabiola Monti subraya que el trabajo del centro representa «prácticas emancipatorias y centradas en la persona, desmintiendo la idea de que los recursos destinados a este tipo de programas sean un malgasto. Jamás se puede malgastar un recurso cuando son las personas las que estamos trabajando ahí».
La experiencia positiva del centro es confirmada por sus participantes y voluntarios. Claudia, una voluntaria de 47 años nacida en el barrio, ayuda con el desayuno, entrega viandas a domicilio y disfruta de la música y la educación física. Ella destaca el ambiente positivo y la colaboración del «señor Mario». En definitiva, este espacio se erige como un ejemplo de cómo humanizar la vejez, fomentando la vida, el disfrute y el refuerzo de vínculos humanos en un espacio comunitario.
