El Papa León XIV recibió en Roma a representantes de los movimientos populares de todo el mundo, para el V Encuentro Internacional y Peregrinación Jubilar. En su discurso, reafirmó, bajo el legado de Papa Francisco, que “tierra, techo y trabajo son derechos sagrados, por los que vale la pena luchar… Estoy con ustedes”.
Miles de delegados —campesinos, cartoneros, migrantes, trabajadores informales— llegaron al Aula Pablo VI luego de partir en procesión desde el edificio ocupado Spin Time Lab, símbolo de resistencia social en Roma. El pontífice recordó que éstos no son grupos marginales sino protagonistas de cambio: “desde las periferias… las cosas parecen diferentes… el suyo es un clamor por buscar soluciones en una sociedad dominada por sistemas injustos”.
En su alocución, León XIV denunció la ampliación de las desigualdades: migrantes tratados inhumanamente, pueblos desposeídos de sus tierras, explotación laboral, una brecha creciente entre una minoría y la mayoría empobrecida, y tecnologías que amplifican la marginación en lugar de corregirla. Frente a esa realidad, enfatizó que los movimientos populares representan “un antídoto contra la indiferencia estructural… una cultura de la reconciliación y el compromiso”.
También advirtió que la crisis climática, la expansión de drogas sintéticas, la extracción depredadora de minerales en naciones empobrecidas y el culto al bienestar físico son síntomas de un sistema que no coloca la dignidad humana en el centro. En ese escenario, los movimientos populares —organizados, solidarios, desde abajo— son llamados a llenar vacíos éticos, reconstruir comunidades mediante cooperativas, viviendas, trabajo digno, y reactivar la justicia social.
La Iglesia, sostuvo, debe estar al lado de estas luchas: “una Iglesia pobre para los pobres, una Iglesia en salida… valiente, profética y alegre”. Con el foco puesto en los excluidos, León XIV invitó a todos —movimientos populares, creyentes, gobiernos— a asumir una misión compartida: transformar desde las periferias hacia el centro, impulsados no por ideologías sino por el Evangelio y por el imperativo del amor al prójimo.

