Las expectativas poco realistas, los compromisos familiares y los gastos excesivos pueden afectar seriamente la salud física y emocional; sin embargo, establecer límites y mantener rutinas saludables son claves para transitar esta época con equilibrio.
Por Angie Zabala.
La llegada de la Navidad no siempre es sinónimo de tranquilidad; para muchas personas, representa un periodo de estrés significativo motivado por factores como el enfoque materialista, los cambios en las rutinas diarias y las circunstancias personales difíciles. Este entorno de presión puede desencadenar consecuencias concretas en el organismo, tales como trastornos del sueño, dolores de cabeza, pérdida del apetito y falta de concentración.
Para proteger la salud integral, la fuente recomienda priorizar las actividades y repartir tareas, evitando la búsqueda de una perfección inexistente que suele generar frustración. Es fundamental mantener hábitos saludables, incluyendo una alimentación equilibrada y actividad física regular, además de crear espacios de desconexión de los medios de comunicación y redes sociales para alejarse de la vorágine informativa.
Finalmente, resulta esencial practicar la autocompasión, aceptando las emociones negativas que puedan surgir y comunicando las necesidades propias a los seres queridos. En aquellos casos donde el estrés se vuelva persistente o patológico, se destaca la importancia de solicitar ayuda a profesionales de la salud, recordando que no es obligatorio cumplir con estándares de felicidad irreales.

