A 55 años de la muerte del primer legislador socialista de América Latina, recordamos algunos aspectos relevantes de su vida política e intelectual. Su influencia en la reforma universitaria de 1918, la defensa de los derechos de las mujeres, los trabajadores y la niñez, y su oposición férrea a los poderes de turno, lo convirtieron en un aguerrido defensor de la democracia en períodos de golpes militares y guerras mundiales.
Alfredo Lorenzo Ramón Palacios nació en Buenos Aires el 10 de Agosto de 1878, influenciado por su madre Ana Ramón, se inició en el socialismo desde muy pequeño. Comenzó su militancia en el círculo de Obreros Católicos dirigido por el cura alemán Federico Grote, a instancias del cual, a los apenas trece años comenzó a dirigir el periódico La Juventud, órgano del Centro Católico Pedro Goyena. Hijo del abogado y periodista Aurelio Palacios, dedicó su vida a la defensa de los derechos de los históricamente excluidos. Ejerciendo como abogado de los humildes fue autor de leyes protectoras del trabajador, el niño y la mujer obrera, logrando convertirse el primer diputado socialista de América Latina.
Luego de recibir el título de abogado otorgado por la Universidad de Buenos Aires tras ser rechazada su tesis títulada: «La miseria en la República Argentina«, desechada en ese entonces por contravenir el artículo 40 de la Ordenanza General Universitaria, que prohibía atentar contra las instituciones, se afilio al partido socialista creado por Juan B. Justo en 1896 y en marzo de 1904, fue electo legislador por la circunscripción nominal de la Boca.
Abogado de los humildes
El letrado que había colocado en la puerta de su casa la placa: “Abogado. Atiende gratis a los pobres”, desarrollo una fuerte tarea legislativa interrumpida en sus distintos períodos, debido a las convulsiones sociales y políticas de las primeras décadas del siglo XX, con sucesivos golpes militares y un contexto internacional dominado por revoluciones y guerras mundiales. En su labor política, se pronunció en contra de la ley de residencia que autorizaba al Poder Ejecutivo impedir la entrada y expulsar extranjeros, además como legislador, Palacios llevo al parlamento y logró la aprobación de importantes leyes como la del descanso dominical en 1907, ley de accidente laboral, ley del trabajo femenino, estatuto del docente y la ley de la silla que obligaba a los patrones a disponer de una silla para el descanso de los empleados de comercio.
Su tarea, ya sea como diputado o senador se caracterizó pues, por sus esfuerzos en la defensa de los trabajadores, las mujeres, los niños, los ancianos y los jóvenes, demostrando ser un férreo defensor de la igualdad, la libertad y la solidaridad social.
Reforma Universitaria
Durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, Palacios concentró su mayor actividad en la vida universitaria y en comprometerse con las distintas situaciones latinoamericanas. En 1915 fue designado profesor de Legislación Industrial en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Luego, en 1918 apoyó entusiastamente el movimiento a favor de la reforma universitaria que estalló en nuestra provincia y en ese mismo año fue electo consejero de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, donde en marzo de 1919 creará la cátedra de Legislación del Trabajo y de Seguridad Social, fruto de esta tarea es su obra El nuevo Derecho, editada en 1920.
Convencional Constituyente 1957
Si bien fue un opositor al peronísmo, siendo encarcelado tras el fallido golpe de estado del general Benjamín Menéndez en septiembre de 1951, se pronunció en contra de los fusilamientos de 1956 reclamando el cese de las ejecuciones de civiles y militares. En abril de 1957 renunció a su cargo de embajador en Uruguay, el cual ejerció durante el régimen militar del dictador Lonardi.
Durante el proceso Convención Nacional Constituyente que se proponía anular la Constitución peronista de 1949 convocado por la dictadura autodenominada “Revolución Libertadora”, Palacios defendió los derechos de los trabajadores impulsando el famoso articulo 14 bis, oponiéndose a los métodos represivos de Aramburu y criticando duramente a Alende y la Unión Cívica Radical Intransigente que se retiró de la convención porque ya estaba en marcha el pacto Frondizi-Perón.
En honor a la obra fraterna de Alfredo Palacios, coronamos nuestro sincero homenaje con un tango de Juan D’Arienzo – «Sábado Ingles», 1935.