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Argentina: Encender la luz ante la oscuridad que avanza

Javier Tolcachier

La segunda vuelta de las elecciones en Argentina dio como ganador al opositor Javier Milei, de la agrupación La Libertad Avanza. El candidato ultraliberal y derechista, hoy presidente electo, ganó el balotaje con el apoyo del ex presidente Mauricio Macri y de la ex candidata del PRO Patricia Bullrich, facción con la que seguramente habrá de co-gobernar.

Comprender el resultado de una elección suele tener un efecto catártico necesario para absorber derrotas, pero también un valor diagnóstico para afrontarlas. Bien vale entonces hacerse tres preguntas: ¿Cuáles son las motivaciones que llevaron a la mayoría de quienes votaron – un 76% del padrón electoral – a hacerlo por un candidato que en otras circunstancias no hubiera llegado tan lejos? ¿Qué sucederá de ahora en más bajo ese gobierno? y ¿Cuáles son los horizontes más adecuados para pensar las alternativas futuras frente a la involución que augura esa gestión?

La inclusión que no supimos conseguir

Dice el principio metodológico conocido como “Navaja de Ockham”, desarrollado por el fraile franciscano homónimo, que «en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable». De este modo, la muy difícil situación socioeconómica de amplios sectores de la población y la necesidad de reemplazar a sus visibles responsables políticos, aparece como una clave insoslayable en el análisis.

Un índice de pobreza del 40% y una indigencia cercana al 10% (datos del ente oficial INDEC) en combinación con un alza de precios galopante (más de un 140% anual) representan un cóctel explosivo que da por tierra cualquier intento por justificarlo.

La precariedad y la informalidad laboral se han vuelto materia acostumbrada, sobre todo entre los jóvenes. Cualquiera que recorra las calles argentinas es testigo de los miles y miles de personas que reciben propinas a cambio de acomodar o lavar automóviles en su sector, que limpian parabrisas en los semáforos, corretean largas horas en motos y bicicletas llevando cargas a las espaldas, trabajan comandados por plataformas digitales llevando pasajeros de incógnito e ilegalmente o simplemente mendigan dinero o alimentos.

Esta situación insostenible es el principal factor que impulsó al pueblo a sentir que era necesario un “cambio” en la gestión. Sin embargo, esta no es la única razón que da cuentas de la derrota del oficialismo, sindicado por la mayoría – no sin una cuota de simplismo y por agencia de repetidos relatos mediáticos y de campaña – como principal responsable.

Los responsables ocultos

Hay actores de esta trama destructiva que son invisibles a los ojos del pueblo, aclamado por la demagogia discursiva como el “soberano” de la democracia. Son los grandes fondos de inversión especulativos y las corporaciones multinacionales en las que el sistema capitalista sintetiza su afán de acumulación. Estos conglomerados ejercen una capacidad de presión y de vaciamiento financiero y moral que es la que detona el desequilibrio y la capacidad de desarrollo humano de los grandes conjuntos.

Asimismo, no puede obviarse en ningún análisis la feroz puja geopolítica en curso entre el decaído pero todavía influyente poder de los Estados Unidos de América frente al avance de China y otras potencias emergentes que representan el fortalecimiento de un mundo pluripolar. Sin duda que el alineamiento automático de Milei con los intereses estadounidenses y su reivindicación del “mundo libre” expresa a quienes sin aparecer públicamente le han brindado apoyo de diversas maneras desde afuera del país.

Desestructuración y ciclos generacionales

Para muchos, por otra parte, el resultado electoral ha sido sorprendente dado el significativo apoyo que cosechó la candidatura de Sergio Massa por parte de instituciones, partidos, movimientos sociales, entidades deportivas y sindicales, diversos colectivos o personalidades de la cultura y la ciencia, entre otros tantos. Esto revela el abismo existente entre la porción organizada de la sociedad, que no ha logrado influir suficientemente sobre un enorme grupo que no se siente identificado ni representado, mucho menos orientado por esas orgánicas.    

Sucede que hay un proceso en curso poco mencionado por los analistas políticos, que es la desestructuración de los lazos sociales. Esta desestructuración, que podría simplemente ser atribuida a la ideología del individualismo propia del neoliberalismo, tiene sus raíces más profundas en las aceleradas transformaciones ocurridas en los últimos años, que han cambiado sustancialmente las modalidades laborales y económicas, pero fundamentalmente también las relaciones personales, la actividad cotidiana y la estructura social en su conjunto. Esta desestructuración tiene como correlato el vaciamiento creciente de la institucionalidad que ya no refleja las inquietudes ni necesidades de muchas personas. Desestructuración que crea mundos y submundos distintos y distanciados, desapercibidos en la esfera formal, creando una enorme grieta entre los que – cada vez menos – encuentran cierto resguardo e identidad en espacios tradicionales  y otros – cada vez más – que son arrojados a una intemperie en la que predomina la competencia y la soledad.

Esa asfixia y sufrimiento existencial campea hoy largamente en las nuevas generaciones, para las que la situación de violencia y falta de futuro es angustiante. Angustia que se expresa en el exponencial aumento de las afecciones de salud mental que padecen, pero también en el apoyo brindado a opciones electorales de la ultraderecha, que en un imaginario coyuntural cargado de ira suponen un corte y una expresión de rebeldía a la continuidad mentirosa del sistema.

En el caso de ese amplio conjunto de jóvenes – sobre todo de género masculino según diversas consultoras – donde Milei cosechó votos, hay otra componente a destacar. Es la característica de una memoria generacional distinta a la de las generaciones precedentes. Memoria juvenil para la cual, mayoritariamente, transcurridas ya cuatro décadas desde el regreso a la democracia, no tiene tanto impacto la tragedia de la dictadura de los años 70’, y para la que cobran más relevancia vivencias recientes y la preocupación por el futuro. Desde su presente, los jóvenes, aunque parezca inverosímil a las cohortes encanecidas,  probablemente no se identifican y hasta se rebelan a narrativas que pensaban instaladas para siempre.

Qué se viene ahora

La clara diferencia obtenida por los ganadores de esta larga contienda electoral habilita a éstos a implementar en lo inmediato parte de sus proclamas radicales. Sobre todo, aquellas que retoman las prácticas de privatización de las últimas dos décadas del siglo pasado.

Así la venta del patrimonio nacional a manos privadas será una de las prioridades del gobierno Milei-Macri, como así también el desmonte y vaciamiento de buena parte de estamentos del Estado que consideran gasto superfluo. Del mismo modo, se le abrirá de par en par la puerta a los fondos que quieran apropiarse de codiciados recursos naturales.

Otro aspecto severo será el intento de demoler la protección de los trabajadores y los jubilados, recortando derechos adquiridos en larga lucha.

El límite del ajuste ultraliberal lo pondrán posiblemente los propios mandantes, quienes dictarán los tiempos y las prioridades para no provocar prematuramente un caos social y un sometimiento que -ése sí- pretenden generar gradualmente. A su vez, crearán un clima represivo contra la protesta social apoyándose en el supuesto cuidado de la “paz social” y el derecho de la “gente de bien” a vivir y circular sin el impedimento de movilizaciones populares, acusando a sus promotores de agitación y violencia.

Es seguro que la estructura sindical, tradicionalmente fuerte en Argentina, será blanco del ataque furibundo del empoderado revanchismo, que no dudará en perseguir y encarcelar a líderes sociales para intentar desmantelar estructuras que puedan oponerse a la salvaje apropiación de bienes comunes.

En el ámbito interno, puede haber maniobras distractivas, que no interesan demasiado a los poderes que manejarán las riendas del nuevo gobierno, pero cuyo simbolismo incitará la reacción del progresismo. Ejemplo de ello puede ser un fuerte retroceso en las políticas de Derechos Humanos y de género.

Como sucedió en 2015 a horas de asumir Macri, el tema comunicacional está entre las prioridades inmediatas de Milei. En este caso, con la privatización de los medios públicos y la agencia estatal de noticias Télam. Nada bueno auguran estas medidas para los medios comunitarios, que garantizan la pluralidad de voces y dependen en parte de financiamiento público.

En el mismo sentido, ya señalan analistas, habrá gestos diplomáticos nítidos de vasallaje, como la ruptura de relaciones con naciones como Cuba o Venezuela, que justifiquen la animadversión “anticomunista” sin que esto toque intereses económicos reales de los exportadores y las grandes empresas locales enfocadas en el comercio con China y Brasil.

El posicionamiento exterior se completará sin duda con un realineamiento con factores de desintegración regional y conspirará contra los gobiernos progresistas intentando, una vez más, fortalecer el alicaído papel de la OEA como brazo ejecutor de los dictámenes norteamericanos en la región.

Encender la luz

Realizado un breve diagnóstico y un sucinto pronóstico, es importante diseñar un tratamiento que ayude a reducir el dolor y extirpar progresivamente las causas de esta oscuridad, que una vez más extiende su manto de sombras sobre Argentina.

Las urgencias en términos de supervivencia e igualdad de oportunidades son más que evidentes. Sin embargo, se verán agravadas por el gobierno entrante. A su vez, las soluciones condescendientes con la concentración económica y la usura financiera han mostrado ser ineficientes, por lo que es preciso construir fuertes consensos alrededor de un Ingreso Básico Universal como parte de los nuevos derechos humanos, propuesta que fue brevemente abordada pero finalmente descartada por el gobierno de Alberto Fernández. Obviamente su implementación no será posible con la gestión de Milei-Macri, pero este período puede ser aprovechado para colocarlo en el sentido común, en las banderas de los movimientos sociales y las exigencias a cualquier próximo gobierno.

Lo mismo con la concepción y definición amplia de Bienes Comunes no enajenables, poniendo un límite a la idea de la apropiación infinita.

En la misma dirección de abonar el terreno con elementos de futuro, cualquier construcción evolutiva tendrá que considerar la recomposición de los lazos humanos hoy destruidos desde la misma base social, centrada en la creación de vínculos de cercanía, calidez en el trato y colaboración colectiva. Esa tarea humilde y alejada de toda estridencia, será un buen sustrato para desterrar el odio y la violencia, promoviendo la progresiva instalación de un nuevo sentido vital que tenga al ser humano y sus posibilidades de desarrollo como valor y preocupación central.

Para ello, es preciso revisar en profundidad aquella creencia instalada por la concepción lineal materialista acerca de que los cambios en la estructura socioeconómica son condición previa para futuras modificaciones en la mentalidad, pensando en la posibilidad de que el imprescindible cambio de las condiciones de vida sea integralmente y en simultáneo acompañado por profundas transformaciones intencionales en la interioridad de los conjuntos humanos.

Así podrá afirmarse la nueva utopía colectiva requerida para este tiempo mundializado, una Nación Humana Universal y No Violenta que incluya sin discriminación ni supremacía alguna a todas las culturas y aproveche sus mejores virtudes, abriendo el futuro para el ansiado nuevo Ser Humano, libre de dolor y sufrimiento. Esa es la libertad que queremos que avance en Argentina y en el planeta todo.

(*) Javier Tolcachier es investigador en el Centro Mundial de Estudios Humanistas, organismo del Movimiento Humanista y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza.