Algunas internas de la unidad penitenciaria de mujeres de Bouwer dicen que lo más triste es la pérdida del vínculo con familiares. En momentos críticos, lo que logran juntar con trabajos carcelarios alcanza para muy poco: yerba y unos pocos pesos para sus hijos.
Ellas van a hablar sobre la importancia que tiene la Unidad de la Defensa en sus vidas, pero para llegar a este punto es importante comenzar a relatar cómo viven dentro del penal.
La vida de las mujeres que están tras las rejas depende en gran parte de una serie de trámites. El hecho de estar privadas de la libertad, por ejemplo, les impide sostener la tenencia de un hijo y esto impacta de lleno en el ánimo. Este impacto es negativo y en algunos casos genera cuadros depresivos.
Solidarias. Las presas se ayudan en momentos de crisis.
El vínculo con los afectos es uno de los aspectos a los que más prestan importancia las mujeres. También es lo más difícil de sostener en el encierro, aseguran.
“Sufrimos mucho por las criaturas. No importa qué edad tengan. La solución del Servicio Penitenciario es un psiquiatra o un psicólogo, para paliar la pena. Pero el dolor crece y es agobiante. Estando en el encierro, no tenemos quién nos escuche de afuera, y cuando alguien lo hace, nos recuerda que somos presas”, expresa Castañares, con su emoción condensada.
las mujeres realizan declaraciones de su actual situación y de su profundo dolor. “Estamos presas y para una parte de la sociedad dejamos de existir. Pero seguimos siendo tías, seguimos siendo hermanas, seguimos siendo cuñadas. Seguimos siendo”, afirman y aseguran que las soluciones que llegan desde los tribunales son más efectivas que cualquier antidepresivo.
“Muchas chicas toman decisiones equivocadas durante su encierro. Se bajonean. Pero esto tiene una explicación: no pueden ver a sus hijos, no saben dónde están, el entorno les corta el teléfono o no atiende las llamadas”, describen algunas internas. La crisis económica también se padece tras las rejas y las mujeres –muchas de ellas, sostenes de familia– la sufren el doble.
Por fortuna, existen lazos de solidaridad que se fortalecen en épocas duras. “Entre nosotras nos cuidamos. Siempre ayudamos a la que necesita. Cuando una compañera se siente sola, o no recibe visita, la acompañamos y la sostenemos”, señalaron las internas.
la instancia de tribuanales
“Dentro de la realidad carcelaria es casi inaccesible hacer llamadas a los tribunales, declararon, por innumerables dificultades, por esta situación consideran que la Unidad de la Defensa es como “un puente” entre su realidad, sus necesidades y los tribunales.
La existencia de la oficina, a pocos metros del sitio en el que el grupo de mujeres presas pasa la mayor parte del tiempo, aporta tranquilidad y esperanza a las internas. Pero hay un trámite previo que se debe sortear para llegar a la oficina y allí subsisten las dificultades. Entre los aspectos positivos, valoran el hecho de que no se tienen que trasladar hacia Tribunales. “El traslado es una experiencia indeseada. Nos vienen a buscar a las 6.30, así que tenemos que estar desde temprano despiertas. Luego hay que esperar en una celda en Tribunales, hasta ser llamadas y atendidas”, comentan.
Las mujeres dan valor a la contención, a la empatía y a la comprensión que reciben en las entrevistas. “Para nosotras este lugar significa eso. Vivimos desesperadas por un oficio de Tribunales, por una respuesta que a veces no llega y nadie nos dice por qué. La Unidad de la Defensa es una esperanza”, testimonios como estos nos muestran la verdadera realidad detrás de los muros de Bouwer para las mujeres.