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Coronavirus la enfermedad que interesa

Hace más de un mes un nuevo virus (por su mutación biológica hasta entonces desconocida) comenzó a ocupar largas horas de protagonismo en canales de televisión, diarios, revistas y redes sociales. Para los que se muestran más optimistas se trata de una pandemia que la humanidad pronto superara, pero que a su paso dejara un tendal de infectados, muertos y pérdidas materiales considerables en todo el planeta. Ahora bien, frente a este escenario en apariencia catastrófico cabe preguntar ¿Es la primera vez que nos enfrentamos ante un hecho de tal magnitud? o ¿Existen y existieron fenómenos a gran escala con el mismo y aún mayor poder de daño que esta enfermedad hoy objeto de interés masivo? intentaremos analizar algunos aspectos de esta crisis, que (como toda crisis) puede convertirse en motivo de oportunidad para algunos o de sufrimiento para muchos.

El comienzo de la segunda década del siglo XXI enfrenta a la humanidad a un nuevo desafío: poder controlar un virus originado en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan que ya cuenta con más de 180.000 casos en 159 países. Si bien se trata de una enfermedad con una tasa de mortalidad hasta ahora muy baja con 7.126 muertes en una población mundial de 6.000 millones de habitantes, los diversos tratamientos mediáticos han puesto a la ciudadanía en alerta y en el peor de los casos en un estado de psicosis colectiva que motiva conductas altamente cuestionables. Quizás, la imagen más cercana sea la de miles de personas con cierto poder adquisitivo agolpándose en los supermercados tratando de acaparar la mayor cantidad de bienes de consumo que permitan hacer frente a esta crisis, obturando la posibilidad de que otras personas con menos poder de compra o en estado de vulnerabilidad puedan acceder a los insumos necesarios para afrontar los prolongados aislamientos. Por otra parte, sumado al nivel de desinformación y banalización al que nos tienen acostumbrados algunos programas de elevado rating, la expansión del virus ha generado expresiones de violencia y crueldad que sacan a relucir las fibras más oscuras de la naturaleza humana. El caso más conocido por nosotros quizá sea el del personal trainer llegado de Estados Unidos sorprendido por una cámara de seguridad que capturo el momento en el golpeaba brutalmente a un guardia de seguridad que lo insto a cumplir con la cuarentena obligada por ley, pero también se pueden sumar otras situaciones aún más graves (por el poder de daño que conllevan) como la iniciativa del primer ministro británico Boris Johnson de producir muertes y contagios masivos en nombre de una supuesta y no comprobada «inmunidad de rebaño» que dejaría un tendal afectados, entre ellos, sectores altamente indefensos: niños, adultos mayores, personas de bajos recursos.

¿Un nuevo mal?

Pandemia de 1918

A lo largo de la historia han existido catástrofes a gran escala que produjeron situaciones de crisis muy similares a la del covid-19, quizá el ejemplo más próximo en el tiempo y por sus características sea la pandemia de gripe con epicentro en España ocurrida en 1918. Considerada una de las más devastadoras de la historia humana, exterminó en solo un año entre 20 y 40 millones de personas, muchas de sus víctimas, jóvenes y adultos saludables.

Primera y segunda Guerra mundial

Si bien no existen fuentes confiables sobre la cantidad de bajas en la primera guerra mundial se estima que al menos unas 20 millones de personas (en su mayoría hombres) fallecieron a causa de la violencia y las ansias de dominio imperialista, a las que se suman unas 55 o 60 millones de muertes ocurridas durante la segunda conflagración mundial.

Muertes a causa del hambre

Según Unicef, el Banco mundial, la OMS y las Naciones Unidas, al menos 8.500 niños y niñas muren de hambre por día en el planeta. En el año 2017 se computaron 6.3 millones de niños muertos por falta de acceso a alimentos básicos para la reproducción de la propia vida.

Más allá de los números

Si bien los datos nos permiten cuantificar y tomar dimensión del fenómeno que nos toca enfrentar, los mismos, no indican nada acerca del futuro desenvolvimiento de este fenómeno global aún en expansión. Aunque si tomamos cierta distancia crítica de lo que acontece inmediatamente, reflexionar sobre el interés que se le otorga a ciertos temas a la hora de ser abordados mediáticamente quizá nos informe acerca del poder que se busca ejercer sobre las poblaciones, ya sea para mantenerlas dentro de ciertos límites, ya sea para reconducirlas a ciertos circuitos de consumo o en el peor de los casos para sumirlas en un nivel de desinformación que garantice el desarrollo de ciertas estrategias en manos de grupos concentrados de la economía para expandir su dominio y maximizar sus riquezas. Sin dudas, el problema no radica en la circulación de la información, sumamente necesaria para la prevención y el tratamiento desde el punto de vista de la no proliferación del virus, sino en el uso de cierta fragilidad ante la conmoción por parte de grandes agrupamientos humanos que frente a la inminencia de la enfermedad y la muerte se encuentran capturados por los más terribles miedos y esperanzas, que sin una cuota de moderación y prudencia pueden desencadenar muchos más perjuicios que beneficios. Con lo cual, frente al avance de la enfermedad y ante dominio sobre las vidas en manos del poder soberano, se abre la opción de resistir la desinformación bajo formas de cooperación que conviertan el infierno de la enfermedad y la muerte en un paraíso terrenal donde los seres humanos sean dioses para otros seres humanos y la utilidad común impere sobre el individualismo desmesurado que solo produce miseria.