A dos décadas de la masacre de Cromañón, dialogamos con Agustina Claramut, Licenciada en Comunicación y sobreviviente, sobre cómo la experiencia atravesó su trayectoria individual y colectiva.
*Por Agustina Bortolon para El Resaltador
Este 30 de diciembre se cumplen 20 años de la masacre de Cromañón, alrededor de 7300 días desde que ocurrió la tragedia no natural más grande de la Argentina. El hecho dejó como resultado 194 muertos y miles de heridos. Las consecuencias emocionales se arrastran hasta hoy.
30 de diciembre de 2004
Para finalizar un 2004 que había sido exitoso, el grupo de rock Callejeros se presentó tres noches seguidas en el boliche República Cromañón, gerenciado por Omar Chabán. Estaba ubicado en Bartolomé Mitre 3060/3066/3070, en pleno barrio porteño de Once.
El 30 de diciembre de 2004 fue el último show del triplete. Dos minutos después de que la banda salió al escenario, una candela impactó contra el techo del lugar, que estaba cubierto por un material altamente inflamable. Esto provocó un incendio que emanó un humo tóxico, cargado de monóxido de carbono y ácido cianhídrico.
Las salidas de emergencia estaban cerradas con candado y la única ventana del lugar, situada en la planta alta, estaba tapada con ladrillos. Si bien el boliche estaba habilitado para aproximadamente 1300 personas, se cree que esa noche había más de 4000.
«Justicia es que Cromañón no pase nunca más»
Pasaron dos décadas desde la masacre. Quienes estuvieron en Cromañón se cruzaron con la injusticia, los sobornos y la ausencia del Estado demasiado pronto. La mayoría de ellos eran adolescentes, como es el caso de Agustina Claramut, quien tenía 18 años cuando asistió al recital, acompañada por su hermano.
Agustina hoy tiene 38 años y se define como «Licenciada en Comunicación y sobreviviente de Cromañón».
En diálogo con El Resaltador y, a veinte años del hecho, asegura que «justicia es que Cromañón no pase nunca más».
No obstante, dice que la sobreventa de entradas y los escasos controles se repiten. «Han pasado muchos Cromañón en estos 20 años y todos tienen una misma respuesta, un Estado o un gobierno de la ciudad que de repente desaparece en los lugares donde tiene que estar».
Idas y vueltas judiciales
Por la masacre de Cromañón fueron enjuiciadas varias personas.
El primer juicio por Cromañón fue el que se conoció como «Bomberos», una derivación de la investigación por el incendio del boliche. Se juzgó y condenó a empresarios e integrantes de la Superintendencia Federal de Bomberos de la Policía Federal por pagar y cobrar coimas a empresas por certificados de tratamientos contra incendios o sus revalidas.
Alberto Corbellini, jefe de la División de Prevención de incendios de la Superintendencia, y Rubén Fuertes, gerente de las empresas «Ipex S.A.» y «Bausis S.A.» fueron condenados en febrero de 2008 por el Tribunal Oral Criminal 24 –que hizo tres de los cuatro juicios– a cuatro años de prisión por el delito de cohecho (coimas). Ambos quedaron detenidos en septiembre de 2010 cuando la Corte Suprema confirmó las condenas.
En ese juicio también fueron condenados Luis Perucca, de las mismas empresas, a dos años y nueve meses de prisión, y los integrantes de la Superintendencia Marcelo Nodar y Marcelo Esmok a cuatro y dos años y medio de prisión, respectivamente.
El segundo juicio fue el más trascendente porque fue por el incendio del lugar que provocó la muerte de 194 personas y lesiones en más de 1400.
Fueron juzgados el gerenciador de Cromañón Omar Chabán, los músicos de Callejeros y tres funcionarios del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, entre otros.
Los jueces Marcelo Alvero, María Cecilia Maiza y Raúl Llanos condenaron a Chabán a 20 años de prisión; al manager de Callejeros Diego Argañaraz y al subcomisario Carlos Díaz a 18 años; a las ex funcionarias Fabiana Fiszbin (era subsecretaria de Control Comunal del gobierno porteño) y Ana María Fernández (ex directora adjunta de Fiscalización y Control) a dos años y cuatro meses; a la mano derecha de Chabán, Raúl Villareal, a un año en suspenso y a realizar tareas comunitarias.
En ese juicio fueron absueltos los músicos de Callejeros Patricio Fontanet, Eduardo Vázquez, Juan Carbone, Christian Torrejón, Maximiliano Djerfy, Elio Delgado y Daniel Cardell; el comisario Miguel Angel Belay y el ex director general de Fiscalización y Control Gustavo Torres.
Pero la decisión fue revocada por la Cámara Federal de Casación Penal que en abril de 2011 modificó el delito –dijo que se trató de un estrago culposo, que tiene una pena menor– y condenó a Callejeros porque fueron coorganizadores con Chabán del recital.
El tribunal oral fijó las nuevas penas que luego fueron modificadas por Casación: para Chabán 10 años y nueve meses de prisión; para Díaz ocho años; para Fontanet siete años; para Villarreal seis años; para Argarañaz, Torrejón, Carbone, Djerfy y Delgado cinco años; para Cardell tres años; para Fiszbin cuatro años; para Torres tres años y nueve meses de prisión; y para Fernández tres años y seis meses que luego fue rebajada a dos años y 10 meses. Todas de cumplimiento en la cárcel.
Los condenados quedaron detenidos el 21 de diciembre de 2012. Un día antes la Cámara de Casación rechazó las apelaciones para llegar a la Corte Suprema y dispuso su inmediata de detención.
El tercer juicio por la tragedia de Cromañón finalizó el 13 de julio de 2012. Fueron juzgados por el Tribunal Oral Criminal 24 Rafael Levy, dueño del complejo donde estaba el boliche, el comisario Gabriel Sevald y tres ex funcionarios de seguridad del gobierno de la ciudad de Buenos Aires: el secretario Juan Carlos López, el subsecretario de Seguridad Urbana, Enrique Carelli, y el director del Servicio de Seguridad Privada, Vicente Rizzo.
El único condenado fue Levy. Recibió una pena de cuatro años y medio de prisión por el delito de incendio culposo calificado. Fue detenido el 5 de diciembre de 2014 cuando la condena fue firme.
Los funcionarios juzgados en los dos juicios integraron el gobierno de Anibal Ibarra, quien fue destituido en marzo de 2006 en un juicio político que hizo la Legislatura porteña por el caso Cromañón. En la causa estuvo imputado pero fue sobreseído en todas las instancias.
El cuarto y último juicio lo realizó el Tribunal Oral Criminal 3. El inspector del gobierno de la ciudad, Roberto Calderini, fue condenado en abril de 2016 por haber cobrado coimas para habilitar irregularmente Cromañón.
Una ley reparatoria
Agustina Claramut expone que, independientemente de los vericuetos judiciales, lo que para ella representa «la justicia» no se está cumpliendo. Sin embargo, destaca que la ley de reparación vitalicia para familiares de víctimas y sobrevivientes de Cromañón (sancionada recientemente en la Legislatura de Buenos Aires) atenúa el dolor y mantiene viva la memoria.
«Nos repara de alguna manera, es un poquito de justicia para nosotros», manifiesta la sobreviviente.
«Lo que me deja la ley de reparación es una sensación de reivindicación y de reconocimiento a nosotros como víctimas. Durante todos los primeros momentos de Cromañón, cuando nos llamaban para hacer notas o cuando nos decían que nos querían escuchar, lo que hacían era increpar. Nos han tratado muy mal durante todos los primeros años. Había una suerte de criminalización, casi que nos señalaban como responsables por lo que había pasado».
Claramut denuncia que, en los años que le siguieron a la masacre, la discusión pública giraba en torno a quiénes eran los culpables. «En parte era lógico, pero a nosotros nos habían puesto en una posición de bueno, digan quiénes son los culpables para ustedes. Casi que nos pedían que determinemos las responsabilidades».
Para Agustina, lo anterior se refleja en todas las veces que se votó esta misma ley que, entre otras cuestiones, estipula que se vuelvan a abrir los padrones para contabilizar a las víctimas.
El Estado cargó contra las vidas de sus propios ciudadanos y, después del hecho, ni siquiera contuvo y acompañó a los familiares de las víctimas y a los sobrevivientes. «No nos dieron herramientas», ratifica.
«Cromañón fue una demostración de solidaridad colectiva»
La entrevistada refleja que «desde el minuto uno, Cromañón fue una demostración de solidaridad colectiva. Empezando porque entre el 30% y el 40% de los chicos que fallecieron fue porque volvieron a entrar a sacar otros».
«Fue la muestra de solidaridad más grande de la que yo fui testigo en la vida. Lo que hicimos los sobrevivientes y los familiares fue agruparnos al principio, más por la causa, y así se fueron fundando muchas organizaciones», agrega.
Así, poco a poco, con dolor, pero también con tenacidad y memoria, los procesos de organización y construcción colectiva se fueron consolidando.
En lo personal, Agustina dice que haberse juntado entre sobrevivientes le permitió hacer amigos que habían atravesado lo mismo. «Yo creo que esas cosas no son casuales, por algo pasan. Hay algo del entendimiento entre nosotros, de haber pasado una situación tan traumática que hace que el estar juntos sea más fácil de sobrellevar».
¿Qué significados tiene Cromañón hoy?
Consultada sobre la significación que tiene actualmente Cromañón en su vida, Agustina Claramut asegura que el sentido de la masacre fue mutando.
«Yo no soy solo sobreviviente. Soy mamá, soy hermana, soy amiga, soy Licenciada en Comunicación, soy trabajadora, soy muchas cosas pero también soy sobreviviente, porque estuve, porque Cromañón me transformó», concluyó.
Escuchá la entrevista completa a Agustina Claramut en La Despensa: