En el mediodía de ayer se vivió un hecho histórico en el Salón de los Pasos Perdidos de Tribunales I, donde el cardenal Ángel Rossi encabezó por primera vez el Jubileo de los judiciales. La ceremonia reunió a las más altas autoridades del Poder Judicial, la Fiscalía General, el Ministerio Público de la Defensa y trabajadores del ámbito judicial. También estuvo presente el ministro de Justicia, Julián López, en un acto que buscó poner en valor el papel de quienes día a día sostienen la administración de justicia en Córdoba.
Durante su mensaje, el cardenal Rossi realizó una profunda reflexión sobre el sentido de la justicia y el rol de quienes la ejercen. Señaló que “la justicia no es una abstracción, sino que se encarna en hombres y mujeres que siguen creyendo seria y empecinadamente en ella y la practican”. Con estas palabras, el arzobispo de Córdoba resaltó la importancia de la vocación y la entrega personal de cada trabajador judicial en la búsqueda de un bien común que excede los trámites y procesos formales.
En su homilía, Rossi invitó a los presentes a “cuidar sus corazones, a no olvidar nunca el rostro del otro”. El cardenal advirtió que “no basta gritar justicia si no va acompañado del amor, porque quien solo grita justicia sin compasión solo pide venganza”. Estas expresiones marcaron uno de los momentos más emotivos de la jornada, al interpelar directamente a magistrados, fiscales, defensores y empleados judiciales sobre la necesidad de ejercer la justicia con humanidad y cercanía hacia las personas.
La realización de este Jubileo surgió a partir de contactos previos entre la Iglesia y las autoridades judiciales, motivados por la inquietud del arzobispo Rossi, quien propuso llevar adelante un espacio de encuentro espiritual para quienes desempeñan funciones en el sistema judicial. Se trató de la primera experiencia de este tipo, que combinó una instancia litúrgica con un llamado a la reflexión sobre el compromiso ético y humano de los operadores judiciales.
El Salón de los Pasos Perdidos se convirtió en escenario de un encuentro inédito en el que religión, justicia y vida institucional se entrelazaron en un gesto de reconocimiento y de fortalecimiento del lazo entre la comunidad eclesial y la judicial. El clima del evento estuvo marcado por la solemnidad, pero también por la cercanía de un mensaje que buscó tender puentes entre el deber técnico y el compromiso moral de quienes garantizan el acceso a la justicia.
La presencia de las máximas autoridades del Poder Judicial y del Ministerio Público, junto con trabajadores de los tribunales, otorgó un marco institucional de gran relevancia. La participación del ministro de Justicia, Julián López, agregó además un componente político que reforzó la importancia del acto como espacio de encuentro y diálogo interinstitucional.
El Jubileo de los judiciales dejó instalada la idea de que la justicia no debe ser entendida únicamente como un conjunto de normas y procedimientos, sino también como un valor profundamente humano que requiere empatía, responsabilidad y un sentido ético que vaya más allá de lo estrictamente legal. El llamado del cardenal Rossi a unir justicia y compasión resonó entre los presentes y abrió el debate sobre cómo fortalecer una justicia más cercana a las necesidades de las personas.
De esta manera, el encuentro no solo constituyó un hecho simbólico, sino que también marcó un punto de partida para reflexionar sobre la importancia de humanizar el ejercicio de la justicia. En un tiempo en que la sociedad demanda respuestas claras, ágiles y equitativas, la invitación a unir justicia y amor adquiere un valor especial, recordando que detrás de cada expediente y cada sentencia hay rostros concretos y realidades que merecen ser atendidas con dignidad.