Córdoba vive un día histórico: el cuarteto, su expresión cultural más emblemática, fue reconocido este martes como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. La decisión se anunció desde Nueva Delhi, India, en el marco de la sesión anual en la que se evalúan manifestaciones culturales de todo el planeta. Con esta resolución, el cuarteto se convierte en el cuarto elemento argentino en integrar la prestigiosa lista, junto con el tango, el chamamé y el filete porteño. El expediente presentado ante la Unesco llevó por nombre “Cuarteto, Música, Letra y Danza en la Ciudad de Córdoba” y condensó el trabajo de especialistas y organismos estatales iniciado en 2022.
La Unesco define el Patrimonio Cultural Inmaterial como el conjunto de prácticas, representaciones, saberes, técnicas, instrumentos y espacios culturales que las comunidades reconocen como parte vital de su identidad. Además, destaca que se trata de un proceso vivo, en permanente transformación, que se recrea de generación en generación, se adapta a los cambios sociales y contribuye tanto a la diversidad cultural como a la creatividad humana. Para integrar la lista representativa, los Estados deben demostrar no sólo la relevancia cultural de la manifestación propuesta, sino también las medidas proyectadas para su protección y continuidad. En el caso del cuarteto, la presentación incluyó documentación histórica, registros contemporáneos y un plan de salvaguardia que prevé programas educativos, investigaciones académicas y acciones de difusión.
Este camino se inició durante la gestión municipal del actual gobernador Martín Llaryora y continuó con el impulso del intendente Daniel Passerini. En 2024, la Municipalidad de Córdoba y el Estado Nacional formalizaron la candidatura, que previamente había sido evaluada y aprobada por el Comité Argentino del Patrimonio Cultural Inmaterial. El reconocimiento de la Unesco consagra así una trayectoria de más de ocho décadas en las que el cuarteto se consolidó como símbolo identitario profundo de la sociedad cordobesa.
El cuarteto nació en 1943 en la ciudad de Córdoba como música bailable destinada a animar los encuentros populares que reunían a familias de distintos barrios. Desde sus comienzos combinó expresiones criollas con sonidos traídos por inmigrantes europeos, una mezcla que le otorgó una identidad singular. Las primeras orquestas estaban formadas por piano, violín, acordeón, contrabajo y un cantante. En ese período, figuras como Leonor Marzano fueron decisivas para su expansión y para la creación de un estilo propio que, con el tiempo, se convirtió en marca registrada. A partir de la década de 1960, el género incorporó ritmos caribeños, percusión afrolatina y secciones de vientos, cambios que ampliaron su potencia sonora y permitieron nuevas formas de baile.
El cuarteto atravesó distintas etapas históricas, incluida la censura durante la última dictadura militar entre 1976 y 1983. Pese a las restricciones, logró sostenerse como una expresión central de la identidad cordobesa, especialmente en los sectores populares. Sus letras, generalmente picarescas y cercanas a la vida cotidiana, relatan amores, desventuras, humor barrial y escenas urbanas reconocibles para varias generaciones. Con el paso del tiempo, el género se volvió un espacio de encuentro social que convoca tanto a familias como a jóvenes, con bailes multitudinarios que se realizan en diversos barrios y salones.
El ritual cuartetero también tiene elementos propios que exceden la música. Entre los asistentes y artistas circulan señas manuales que identifican a los barrios, un código que refuerza la pertenencia colectiva. Además, el baile, conocido como tunga-tunga, está marcado por el compás acelerado de 2/4 y por una coreografía en la que cada sílaba se traduce en un movimiento de los pies. Las rondas y las parejas tomadas de la mano forman una escena característica que se repite desde hace décadas.
Hoy, el cuarteto atraviesa festivales populares, celebraciones barriales, estadios de fútbol y reuniones familiares. Es música, danza, memoria afectiva y una forma de vivir la alegría. Con esta declaración, la Unesco reconoce no sólo su valor artístico, sino también su papel esencial en la identidad cordobesa.

