Mientras sectores clave como la construcción y el textil sufren el impacto de la crisis, el salario mínimo no alcanza para cinco días de vida y los subsidios a servicios (luz, agua y gas) son eliminados, garantizando fuertes incrementos. La preocupación social se centra en la pregunta de hasta cuándo se soportará la sistemática pérdida de calidad de vida.
Desde el inicio del gobierno de Javier Milei, se ha registrado una pérdida de 243.000 puestos de trabajos formales, una cifra catalogada por Marco Galán, presidente de la Mutual Mugica, como una tragedia social. Entre los más afectados se encuentran los trabajadores de la construcción, debido al cierre de la obra pública, y el sector textil, impactado por la apertura de importaciones.
La situación económica se agrava por la devaluación de las referencias salariales y asistenciales. El salario mínimo, considerado de no alcanza para la subsistencia de la gente ni siquiera por cinco días. Además, programas sociales fundamentales, como el anteriormente llamado «Potenciar Trabajo», que alcanza a cerca de 700.000 personas, permanece congelado en 75.000 pesos, un monto ridículo que ni siquiera cubre el pago del transporte.
A la caída del ingreso se suma el aumento de los costos de vida, ya que el gobierno ha quitado subsidios a los cuadros tarifarios, lo que provocará el incremento de la luz, el agua y el gas (incluyendo el gas en garrafa). En este contexto de deterioro económico, se observa una falta del calor social o clima de protesta que solía caracterizar los fines de año en Argentina.
Galán señala que esto se debe a que el gobierno ha instalado un miedo social desde que asumió, temor que se manifestó a través de amenazas de represión feroz en las protestas y advertencias de que la participación en movilizaciones resultaría en la quita automática de programas sociales como la Asignación por Hijo o la Tarjeta Alimentar. Previamente, también se generó alarma al dar de baja cerca de 400.000 pensiones por discapacidad de forma arbitraria e injusta, decisión que posteriormente tuvieron que revertir.
«Ante la imposibilidad de sostener sus ingresos, la gente está obligada a sobreexplotarse, dedicando entre 10 y 12 horas diarias a inventar formas de ingreso, como la venta de comida o el manejo de vehículos como Uber, con el fin de poder sobrevivir. Esta situación me lleva a la reflexión sobre hasta cuándo la sociedad seguirá aceptando la pérdida de calidad de vida y la necesidad de reventarse para poder comer» cierra el referente popular.

