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Estuvo presa, creó un centro de reciclado y construye una “escuelita”

Paola Albarracín tiene 40 años y pasó 12 alojada en distintas cárceles de Córdoba. Tras quedar en libertad, comenzó el secundario donde aprendió a reciclar. Hoy coordina un proyecto que da trabajo a seis personas y que funciona en Ciudad de los Cuartetos.    

“Me siento libre, libre me siento”, así lo expresa Paola Albarracín, una cordobesa nacida en barrio Liceo Tercera Sección que a los 13 años perdió a su mamá y debió enfrentar la realidad de un padre con depresión y cinco hermanos que caían uno a uno en las drogas. Ella no fue la excepción de aquella debacle familiar. También encontró en la calle lo que no encontraba en ese ex hogar donde antes de un aborto que se llevó la vida de su mamá, una empleada provincial, las cosas funcionaban dentro de todo bien.

“Antes del fallecimiento de mi mamá teníamos una familia bien constituida pero después no teníamos ni siquiera para comer. Yo siempre fui de ponerme al hombro la familia, eso no cambió. Y así es que salí a la calle y empecé a robar, hasta que caí presa. En la cárcel me hicieron muchos tratamientos psicológicos por las adicciones que yo tenía, porque me drogaba mucho, incluso estando ahí adentro. No quería pensar en nada. Yo creo que si mi mamá no hubiese fallecido esto nunca me hubiese pasado. Su muerte nos quebró al medio, ella trabajaba en una escuela y sostenía a la familia, la unía”, recuerda Paola.

Fue en la cárcel donde aprendió el oficio que la llevó a conocer a su pareja actual, “la única que tuve en mi vida porque yo no quería saber nada con los hombres, ni con dejar en un segundo plano a mi familia”. En el Buen Pastor (hoy convertido en Paseo) aprendió a tapizar. En ese momento no lo sabía, pero años después eso se convirtió en su trabajo y hoy con su marido tienen un emprendimiento de livings. Pero también en la cárcel Paola conoció a Ariel Calisaya, ex preso y director de la Fundación Una Luz de Esperanza, quien junto a un numeroso grupo de personas ayuda a quienes no pueden salir de las adicciones, ni de la cárcel. “Yo no creía en dios ni en ninguna religión, me reía de eso. No me interesaba. Pero cuando llegó Ariel, el pastor, con los Guerreros de Jesucristo, fue un antes y un después en mi vida. Lo conocí adentro pero me uní a ellos afuera. Ahí es que es empecé a ir a La Calera, donde tienen la sede y a ver la falta que hacía un lugar para los chicos, un aula donde enseñarles”.

Una cosa fue llevando a la otra, como una cadena invisible de conocimientos que después transmutarían en proyectos solidarios. Paola empezó la escuela y fue en una clase de química que aprendió cómo era el proceso de reciclado del papel. “No lo podía creer, era impresionante, y se me ocurrió que esa era la salida para poder hacer esa aula, esa escuelita que tanto necesitaban los chicos. Además también podía ayudar a otras personas que como yo, salieron de la cárcel y conocieron a dios, y quieren cambiar. En la Fundación estaban hechos los cimientos de un cuartito, pero faltaban las paredes y el techo. Entonces pensé en organizarnos y así fue que hoy somos un centro de reciclado solidario”, dice orgullosa.

Paola junto a la Fundación Una Luz de Esperanza da charlas para combatir las adicciones en distintos establecimientos penitenciarios del país. “Muchas personas se nos acercan contándonos hechos terribles, pero yo siempre les digo que hay luz al final del túnel, que se puede salir, que hay una vida esperando ahí afuera”.

Después de esa clase de química, en abril de este año Paola convocó a distintas personas y, junto a su esposo y sus tres hijas, comenzó a trabajar en la idea del proyecto de un centro de reciclado en barrio Ciudad de los Cuartetos, en la Capital cordobesa, donde vive. “No tenía apoyo económico de nadie, pero el pastor Ariel Calisaya y la Fundación me daban fuerzas y me impulsaban a hacerlo. Mis objetivos siempre fueron dos: por un lado generar una fuente laboral para adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley penal y liberados, como yo. Y por otro, obtener recursos para la refacción, ampliación y construcción de un aula en La Calera, en el terreno donde está la iglesia de la Fundación, para darle apoyo escolar a 60 chicos, todos menores de 12 años y que viven situaciones muy difíciles en sus casas”.

Así es como surgió el proyecto “Trabajar reciclando, reciclar trabajando” que actualmente está integrado por seis personas, de las cuales tres, incluida Paola, estuvieron presas y recuperaron la libertad. “Fue increíble cómo la gente del barrio se copó con la idea y comenzó a juntar cartones, que nosotros, en una chata que tenemos con mi marido, pasamos a retirar casa por casa. Yo siempre digo que ahora aunque estuviera en el desierto, buscaría un trabajo porque trabajar es lo único que te hace libre de verdad. Lo demás es una mentira, ideas que los transas nos venden para sacarnos plata y que sigamos consumiendo drogas”.

Uno de los gestos que más emocionó a los seis integrantes del proyecto de reciclado fue el de un vecino de Ciudad de los Cuartetos que se acercó y les ofreció prestarles la tarjeta de crédito para comprar las chapas del “aulita” en La Calera. Paola dice que no lo podía creer: “Le aceptamos la propuesta, obviamente, le agradecimos como locos y ahora le estamos devolviendo la plata en cuotas, mes a mes, ¡pero ya tenemos techo! Yo le digo aula porque cuando vamos los sábados y los domingos es en ese espacio donde les enseñamos a los chicos que asisten a la iglesia de los Guerreros de Jesucristo. La idea es inaugurar la “escuelita” de apoyo escolar en octubre.

Cómo ayudar

Hacen falta libros, cuadernos, lápices, pizarrones, mesas y sillas. Además, las familias que asisten a la Fundación necesitan de comedores y copas de leche para sus niños. Por ello, el próximo paso es comprar una heladera, un horno y conseguir alimentos y ropa para poder asistir a los 60 chicos en sus necesidades básicas.
Contacto: 351 808-5698 / Facebook: Ministerio Evangelístico Guerreros de Jesucristo

Fuente: La Nueva Mañana