Su muerte fue consecuencia del agravamiento de una afección renal que padecía desde la infancia, según se informó. Abogado de formación —ingresó a la universidad con apenas 15 años—, Divinsky encontró su verdadero camino en la edición. En 1967 creó Ediciones de la Flor, y desde 1970 compartió la dirección con Ana María “Kuki” Miler. Juntos construyeron un sello que marcaría un antes y un después en la cultura editorial del país, asociado a la vanguardia y la resistencia.
El gran hito de su carrera llegó en 1970, cuando publicó por primera vez en libro las tiras de Mafalda. A partir de allí, fue también el primero en editar a buena parte de los grandes humoristas gráficos argentinos: desde Fontanarrosa, Caloi y Maitena hasta Liniers, Sendra y Nik, entre otros.
Durante la última dictadura militar, fue detenido tras la censura del libro infantil Cinco dedos, cuya tapa fue interpretada como una alegoría subversiva. Esta persecución lo obligó al exilio junto a su familia, instalándose en Venezuela durante seis años. Allí trabajó en la prestigiosa Biblioteca Ayacucho bajo la dirección del crítico literario Ángel Rama.
Con el regreso de la democracia en 1983, Divinsky volvió al país y relanzó Ediciones de la Flor, comenzando con Los Pichiciegos, de Rodolfo Fogwill. Además de su trabajo como editor, se desempeñó como periodista cultural —con columnas en Página/12 y El Diario de Caracas—, conferencista y dirigente de la Cámara Argentina del Libro, institución en la que ocupó cargos durante dos décadas.
En 2015 se retiró de la actividad editorial al vender su parte en la editorial que ayudó a fundar. Su trayectoria, sin embargo, dejó una huella profunda en la cultura argentina contemporánea.