El 17 de mayo de 1993 la policía apareció en su casa como si fuera a reventar un galpón narco. La detuvieron y la separaron de tres chicos para quienes ella era la madre. De algún modo, eran tres de sus hijos. Fue condenada a un año de prisión en suspenso. Se la acusó de secuestrarlos. Se la acusó de ser una transexual perversa que les haría daño. Fue entonces que salió a los medios a contar su historia.
Años después, en la mesa de Mirtha Legrand, ella describiría aquel 17 de mayo como el día de la crueldad. Pero tuvo que atravesar muchas cosas antes de que se la escuchara.
Nació el 24 de diciembre de 1943 con el nombre de Luis Leonardo Muñoz, en la ciudad de Lules, Tucumán. 14 años después, en 1958, decidió cambiar su nombre. Ya entonces sabía que era mujer, y pasó a llamarse, para quien escuchara y para quien no, Mariela. Mariela Elcira Muñoz.
Según cuenta un documental sobre su vida dirigido por María Audras, pasó la infancia soportando golpizas, bullying, y hasta una violación colectiva. El padre la llevó al psiquiatra, la llevó a cabarets. La quiso «enderezar» a como diera lugar. Pero nada funcionó. Finalmente, rendido ante el coraje de su hija, la quiso así, mujer.
A los 15 años Mariela comenzó a cuidar a una mujer enferma que tenía dos hijos, uno de seis y uno de dos. Por su estado, la mujer no podía hacerse cargo. La joven se ocupó de ellos. Luego, crecieron y ya no los vio.
A los 21 años se mudó al conurbano bonaerense. Se instaló en una casa que compró en Florencio Varela. Fue allí que comenzó a recibir a chicos en su casa, a los que amó y cuidó. El primero era hijo de una mujer que se dedicaba a la prostitución y se lo entregó. Después encontró a una adolescente en una estación de tren, desamparada y con una beba en brazos. Se encargó de las dos.
Crió, a lo largo de su vida, 23 hijos (y, sobre el final, ¡30 nietos!). Cuatro de ellos eran hijos de un albañil al que Mariela le prestaba una pieza a cambio de ayuda en la construcción de esa misma casa. Como él no podía cuidarlos, también se hizo cargo de ellos. «Los crié a todos hasta que se casaron. Salieron de mi casa con sus parejas, como en todo matrimonio«, contó en una entrevista con la revista Gente en 1993.
Mariela era tarotista y para mantener a su familia trabajaba como vidente. «Parece una persona triste. ¿Lo es?», le preguntó la periodista Renee Salas en aquella nota. «Tengo la melancolía que acompaña a los de capricornio», respondía ella.
Sus tareas con los chicos eran las de cuidado: los llevaba al colegio, los ayudaba con los exámenes, les hacía de comer. Pero la sociedad todavía no estaba a tiempo de entenderlo.
En una ocasión una mujer le entregó a sus hijos. Ella los aceptó. Al tiempo, la mujer se arrepintió y sin siquiera hablar con ella le hizo una denuncia. Fue entonces el día de la crueldad: la detuvieron y nunca más vio a esos tres chicos que había cuidado con todo el cariño.
Mariela salió entonces a los medios a pelear por ellos. Contó su historia. Dijo, sin rodeos: «Quiero aclarar que soy mujer. Mis hijos mayores son evolucionados, bien criados y educados. Lo asumieron con orgullo, por eso dieron la cara: mamá es mamá. Hice por todos ellos lo mejor que pude. No los engañé, nunca».
Era 1993 y la Argentina se enfrentó por primera vez al debate de si una persona transexual podía ser madre. Fue ella, aunque muchos no lo sepan, quien abrió esa puerta.
Mariela se había realizado la operación de cambio de sexo en 1981 en Chile. La operó el médico Guillermo Mac Millan. En los noventa, luego de que estallara el caso que la llevó a la tapa de todos los medios, el médico decía también a Gente: «Su actitud de mujer, su sentimiento de madre, su nobleza para llegar a la adopción, que es uno de los sentimientos más sublimes del mundo, me reconfortan. Es la respuesta que siempre buscamos en todos los casos que operamos«.
En 1997, en aquella entrevista en la mesa de Almorzando con Mirtha Legrand, la conductora abrió el programa con el documento de ella en la mano. «Esto es impresionante. Yo nunca vi un caso así. Es revolucionario«, decía, mientras leía: «Mariela Muñoz, argentina, tucumana». Y remataba: «Te entrego tu documento, donde aparece que sos una señora». Era la primera persona del país en conseguir el cambio género y nombre en el Documento Nacional de Identidad.
Mariela era ya un ícono, una mujer plantada que, frente a la sorpresa respetuosa de Mirtha, le dijo: «Creo que es algo importante y que detrás mío vendrán otras transexuales que tendrán que hacerlo, pero me gustaría que fuera por ley». No fue en vano su militancia: su deseo se cumplió en 2012, cuando se promulgó la Ley de Identidad de Género.
En 2013 Mariela tuvo un ACV y una jueza le otorgó un subsidio «extraordinario y reparatorio» por la discriminación a la que el país, la ley y la desidia la habían sometido. Tenía entonces 70 años.
Cuatro años después, el 7 de mayo de 2017, se fue de este mundo. Tenía 73 años. La noticia tardó varios días en llegar a la prensa. Finalmente, Mariela Muñoz había vencido, bordando de pájaros la bandera de una patria tolerante. Haciendo del mundo un lugar un poco menos hostil para esa veintena de hijos que había criado.
Fuente: Infobae