¡Escuchános!

Límites en la crianza respetuosa

Creo que todas las madres en algún momento hemos tenido la fantasía de
armar las valijas y tomarnos el primer avión que cruce el charco, dejar aquí la abnegación, la falta de tiempo, las escazas horas de descanso, y alejarnos del agotador trabajo que supone la crianza para volver a ser nosotras mismas. Cualquier destino sería el paraíso antes que estar lidiando con las crías, sus tiempos e irreverencias que más de una vez nos sacan de las casillas. ¿A quién no le ha pasado? No somos malas madres por estar agotadas y soñar despiertas con una playa paradisíaca y tiempo libre sólo para nosotras.

El tema es qué hacer y cómo hacer para que el día a día no nos lleve puestas y podamos vivir una crianza lo más placentera posible. Los límites, tan trascendentales y desafiantes, son bisagra en ese orden-caos que muta permanentemente en la vida cotidiana. Veamos…

¿Qué es la Crianza Respetuosa?

Para empezar, la crianza respetuosa considera a lxs niñxs con los mismos derechos que un adultx, cuyas bases fundamentales son el amor, el respeto y los límites no punitivos. Es decir, no castigamos, no amenazamos, no gritamos, y no pegamos.
 Creemos y confiamos en lxs niñxs. Nos corremos del lugar de adultes sabelotodo como si fuésemos lxs úniquxs que saben, y a quienes lxs niñxs por ende deben obedecer como por mandato divino.
 Promulgamos la empatía como base necesaria para comprender las necesidades genuinas de nuestrxs hijxs y responder a ellas oportunamente con amorosidad.
 Respetamos la integridad física, psicológica y emocional de todo ser humano sin distinción de edades. No utilizamos correcciones físicas ni agresiones psicológicas, sino que buscamos alternativas amorosas que respeten el desarrollo evolutivo de lxs niñxs.
 Proponemos límites claros y con firmeza basados en el amor, pero sin violencia y construimos vínculos sanos para con nosotrxs mismxs y nuestrxs hijxs.

La importancia de dialogar de manera firme pero respetuosa.

Es muy común al hablar de crianza respetuosa escuchar críticas u opiniones que parten del desconocimiento. Hay una especie de mito social, se supone que quienes elegimos esa forma de crianza no establecemos límites, y que el respeto a la integridad de lxs niñxs se basa en un «viva la pepa» donde hacen lo que quieren para sentirse respetados. Nada más alejado de la realidad. La crianza respetuosa sí reconoce y facilita el ser genuino y espontáneo de lx niñx en todo su esplendor, pero estableciendo pautas que le ayuden a reconocer sus propios límites, los de lxs demás, y por qué es importante no transgredirlos.


Los límites son sanos y necesarios. Nos ordenan, clarifican y orientan respecto a nuestres roles. Cuando no sabemos dónde y cómo ubicarnos también nos sentimos angustiados y con incertidumbre, en este sentido los límites claros desde el amor y el respeto son parte de que lx niñx se sienta en un ambiente de seguridad donde sabe cómo funcionan las dinámicas cotidianas. Es ofrecerle opciones fomentando su toma de decisiones y elección dentro de los límites establecidos.

Primero yo

Establecer límites se trata de acompañar a que nuestrxs hijxs puedan registrar y respetar sus propias limitaciones (físicas, emocionales, mentales, espirituales); y por ende también reconocer las limitaciones sociales del ambiente que nos rodea y de las personas con quienes compartimos la vida. Por mandato socio-cultural estamos acostumbradxs a complacer, a negar o postergar nuestros propios deseos y limitaciones en función de los de lxs demás. ¿Cuántas veces accedemos a asistir a reuniones cuando en realidad el cuerpo nos pide reparación y descanso? ¿Cuántas veces comemos alimentos que sabemos que dañan nuestra salud? ¿Cuántas veces damos lo que no tenemos con tal de pertenecer y sentirnos aprobadxs? ¿Cuántas veces nos enfermamos porque de otro modo no paramos la vorágine cotidiana que nos sobrepasa? ¿Cuántas veces permitimos y soportamos que nuestra pareja pase nuestros límites del respeto con tal de que no nos abandone?

Podría continuar con infinidad de ejemplos de situaciones cotidianas en las que nosotrxs, como adultxs, no sabemos reconocer nuestros propios límites. Y esto, mis queridxs, es esencial. Porque nuestrxs hijxs, esponjas del conocimiento, aprenden más de lo que hacemos que de lo que decimos. Con nuestro accionar les estamos transmitiendo modelos de conducta. Entonces, primero, tengamos la valentía de preguntarnos y el coraje de respondernos con verdad cómo lxs adulxs estamos manejando nuestros propios límites. ¿Los reconocemos, les damos lugar, los sabemos transmitir con respeto y
amorosidad?
También nos encontramos con el otro extremo: la individualización absoluta. Vivimos en una sociedad que se encarga permanentemente de enajenarnos, de aislarnos y estar pendientes de nuestro ombligo e invisibilizar las realidades divergentes del entorno del que formamos parte. Es que si no sabemos reconocer nuestros propios límites y necesidades, ¿cómo podremos reconocer los de les demás? Y más aún, ¿cómo transmitírselo a nuestrxs hijxs? Sin prisa pero sin pausa, tomémonos un instante para hacernos estas preguntas y ver qué nos pasa.


Límite es aprender a cuidar la propia vida y la de les demás, a ser conscientes de qué sentimos, qué deseamos, qué necesitamos. Es aprender a registrarnos y validarnos respecto a qué queremos, qué nos gusta y qué no, a dónde sí y a dónde no queremos estar, y respetar a rajatabla que quién está a mi lado también tiene su propio sentipensar, necesidades y limitaciones.

Entonces, antes de pensar en cómo establecer límites sanos para con las infancias, primero veamos qué nos pasa a lxs adultxs siendo conscientes de que los actos valen más que las palabras.

¿Respetar u obedecer?

Sí, lo sé. Es muy difícil conservar la calma cuando estamos agotadxs y sobrepasadxs. Recordemos que nosotrxs, lxs adultxs, se supone que tenemos un mejor manejo de las emociones, que ya hemos aprendido a gestionarlas, y que estamos acompañando a uno o varios seres en pleno desarrollo. Respiremos, volvamos al centro, aprendamos a pedir ayuda cuando estemos colapsadxs.

Cuando de límites se trata casi de manera automática tendemos a levantar la voz y a utilizar modos amenazantes. Seguramente hemos escuchado más de una vez “en mi época mi viejo levantaba la voz y nos quedábamos todos quietitos y calladitos, ahora los pibes hacen lo que quieren”. Pues ni la una, ni la otra.
Es probable que establecer límites de esta manera funcione, al principio. Porque lxs niñxs, ante el grito, la falta de respeto o amenaza lo que siente es miedo, a que les abandonemos, a que no les querramos, a que les despreciemos. Y lo que más necesitan es sentirse querides e incluídxs. Ante el miedo que les producen nuestros tonos y palabras reaccionan obedeciendo desde la sumisión y no porque estén comprendiendo por qué es importante respetar el límite. Es el miedo lo que les motiva a hace lo que nosotrxs decimos, por eso el grito es tan efectivo a corto plazo. Con el tiempo este método va perdiendo eficacia, porque el miedo se pierde, y al final lo único que logramos es causar malestar y generar emociones perjudiciales. Dañamos el autoestima, generamos sensación de abandono, de rechazo e indefensión, entre otras cuestiones, que luego repercuten en la vida adulta.
Tenemos modelos familiares y culturales que refuerzan estas prácticas. A nosotrxs también nos gritaban y amenazaban. Recordemos y tengamos bien presente que hoy dejamos el rol de hijxs para convertirnos en mapadres, y que ahora la crianza es nuestra elección cotidiana.
Podemos establecer límites de manera afectuosa y desde el respeto, de manera que nuestrxs hijxs comprendan el por qué del límite y reaccionen desde la aceptación y confianza en lugar del miedo y la resignación.

Establecer qué sí y qué no dentro de un margen.


Límites en acción

Ahora veamos algunos tips que pueden ayudarnos a la hora de los límites:

  1. Primero lxs adultes. Reconocer los límites en nosotrxs mismxs, auto-observarnos. ¿Qué pasa a la hora de poner límites a les demás ¿Evadimos ciertos límites porque sentimos culpa por ejemplo? Culpa por pasar poco tiempo con nuestrxs hijxs. En ese caso, nos ordenemos para estar más presentes en la crianza y que el tiempo sea de calidad, para que los límites puedan coexistir con el tiempo de disfrute cotidiano.
  2. Priorizar. ¿Qué límites son necesarios, por qué? Es preferible establecer pocos límites y bien claros, ya que para lxs niñxs son más fáciles de asimilar.
  3. Buscar nuevas opciones desde el respeto y amorosidad. Establecer diálogos con contundencia y claridad.
  4. No subestimar. ¡Lxs niñxs comprenden! Sobre todo lo que hacemos más que lo que decimos.
  5. Explicar el por qué del límite, por qué es importante respetarlo.
  6. Buscar propuestas desde lo que “sí”, en lugar de decir “no”. Por ejemplo, si lxs niñxs están corriendo en un espacio reducido en el que pueden golpearse, en lugar de decir “dejen de correr”, podemos explicarles que este no es el espacio adecuado, y proponerles que salgan a correr al patio o hagan una actividad más tranquila.
  7. Colocarnos a la misma altura que lx niñx, mirarle a los ojos desde la propia seguridad, con determinación, y desde allí establecer el
    diálogo.
  8. Adecuarnos a su edad y momento evolutivo, utilizar un lenguaje que le niñe pueda comprender. En caso de bebés el lenguaje corporal a veces resulta más claro, poner límites con el cuerpo es una buena opción. Por ejemplo, podemos ponernos a la altura de lx niñx y abrir los brazos como si fuésemos a dar un abrazo grande, con la mano marcar hasta donde puede pasar, acompañando el gesto con un “hasta acá”.
  9. Aprender a administrar el tiempo. ¿En qué tiempo esperamos que lx niñx recoja sus juguetes, se vista o vaya a la cama? Establecer ese orden es nuestra responsabilidad. Hacer las cosas a las apuradas no ayuda y se termina volviendo un caos.
  10. Sostener el límite. Cuando se vuelva a producir la situación en la que tuvimos que poner el límite, recordar qué hicimos la vez anterior y repetirlo si funcionó, sino buscar nuevas opciones. De nada sirve establecer un límite hoy y mañana no, ya que sólo produce confusión.
  11. Tener en cuenta que a veces una rabieta es una emoción que lx niñx no está pudiendo o no está sabiendo cómo expresar. Preguntar, indagar en qué le pasa, qué necesita.
  12. Saber que la transgresión forma parte esencial del proceso de interiorización de los límites. Es esperable que suceda. Ahí es donde es importante sostener el límite con calma. Paciencia y consistencia.
  13. Pedir ayuda. No tenemos que poder solxs con todo, aprender a pedir ayuda a algún familiar o persona querida es importante. Sobre todo para tener suficiente espacio de descanso y reparación que nos permita renovar las energías que necesitamos para la crianza. Para finalizar, recordemos siempre volver a intentar con el amor.

“Ámame cuando menos lo merezca porque es cuando más lo necesito”.

Espero sus comentarios, que me cuenten sus experiencias, y si les ha
resultado útil la nota.
Hasta la próxima, Anabel Trepat.