Este artículo fue publicado en el marco de las sección “Pensamientos que Construyen Caminos” impulsada por la Federación de Mutuales de Córdoba, FEMUCOR, que incluye entrevistas a referentes sociales, dirigentes, asesores etc. del sector mutual y cooperativo, con el objetivo de poner en relieve sus reflexiones y pensamientos sobre la crisis desatada por la Pandemia. En esta oportunidad ofrece su perspectiva Darwin Cerizola, Presidente de la Alianza del Mutualismo de América (AMA) y miembro de la Unión de la Mutualidad de Uruguay.
Cuando comenzó la pandemia que estamos sufriendo por la COVID-19, muchos creyeron que no llegaría a nuestra región; diferentes opiniones manifestaban que era un tipo enfermedad que solo progresaba con los climas fríos y presuponían que se encontraría una rápida solución. Sin embargo, los viajes, tanto de negocios, de turismo, como por razones familiares, provocaron una rápida expansión de la enfermedad.
Los sistemas de salud de muchos países no se encontraban preparados para dar una respuesta rápida y eficaz frente a este brote tan agresivo. No creo conveniente realizar una análisis detallado de las carencias constatadas en los diferentes países, pero sí debemos destacar el esfuerzo realizado según las posibilidades, para ir dando soluciones de emergencia e ir paliando el momento.
La situación económico-financiera —de los diferentes prestadores de salud tanto públicos como privados— de muchos países no permitía contar con suficientes recursos disponibles, sobre todo para situaciones de emergencia de carácter catastrófico como consecuencia de este virus.
Las consecuencias de esta pandemia podrán ser neutralizadas, a mi entender, si se cuenta con reglas de conducta que los habitantes del planeta debemos respetar, así como las decisiones que adopten las autoridades competentes.
Como ciudadano de Uruguay me permitiré expresar que las instituciones de salud de carácter mutual afiliadas a la Unión de la Mutualidad del Uruguay (UMU) tomaron decisiones y fijaron objetivos tales como la reorganización de la atención a los afiliados, así como la reasignación de los recursos que permitieran enfrentar esta crisis de la forma más eficiente.
Desde un principio se puso en práctica la teleasistencia, compartiendo información por diferentes canales (sitio web, redes sociales, prensa, teléfono), y estableciendo contactos y consultas a distancia con sus afiliados.
Los costos de la atención a los pacientes de COVID-19, así como la reestructuración de las instalaciones y la incorporación de equipos médicos, afectaron directamente la economía de las instituciones. Este impacto económico-financiero podrá verse agravado en el largo plazo si a nivel gubernamental no se toman acciones ante la caída del empleo y la consecuente desafiliación de las personas al sistema de salud privado, provocando una sobreadhesión al sistema público.
La dimensión de la crisis que está padeciendo el mundo en este momento sólo nos permite establecer que originará consecuencias que, a nuestro entender, son muy difíciles de predecir, entre las que podemos destacar:
A nivel global:
- caída del Producto Bruto Interno (PBI);
- aumento del desempleo;
- retracción de las economías en general;
- caída de la recaudación fiscal (nacional y regional);
- déficit de la balanza comercial;
- procesos inflacionarios;
- variaciones de los tipos de cambio (devaluación);
- aumento de la pobreza y la indigencia;
- dificultades en el sector salud;
- endeudamiento internacional.
A nivel social:
- disminución de los salarios;
- precariedad de los puestos de trabajo;
- desfinanciamiento de los sistemas previsionales;
- problemas de vivienda (crecimiento de los asentamientos irregulares);
- problemas en la educación;
- disminución del valor real de jubilaciones y pensiones;
- endeudamiento empresarial y personal;
- aumento de la morosidad;
- posible desabastecimiento de productos de primera necesidad;
- lenta recuperación según rama de actividad (aviación comercial, transporte colectivo, hotelería, agencias de viaje, gastronomía, turismo en general).
En este contexto de perspectivas negativas en la recuperación social, económica y sanitaria, podemos avizorar que las instituciones de la economía social y solidaria (ESS) serán seguramente un puntal que facilitará la recuperación pospandemia.
Los principios básicos de la ESS, tanto de las mutuas como del cooperativismo, que no detallaremos en función del conocimiento generalizado, facilitarán entre otros:
- otras formas de energía (eólica, solar, vehículos eléctricos, etc.);
- trabajo a distancia (mejora de la conectividad);
- sistemas educativos más modernos y a distancia (sin agrupamientos);
- nuevos sistemas de distribución de productos;
- compras grupales (localidades rurales, vecindarios, gremios, edificios, etc.);
- mejoras de la situación la sanitaria (capacitación de trabajadores);
- telemedicina;
- capacitación en nuevas formas de la economía (adelantos tecnológicos);
- sistemas de construcción de viviendas más económicos;
- creación o mejoras de los sistemas de previsión social, de producción y de salud.
Fuente: CAM