El integrante de la mutual Carlos Mugica y Decano del Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales, Magíster Gabriel Suarez publicó un artículo en el medio La Voz en donde reflexiona en torno a la emergencia alimentaria y la situación social.
El artículo completo:
En los últimos años, la vuelta a las políticas neoliberales configuró otra vez un contexto económico latinoamericano atravesado por la profundización de las desigualdades sociales a través de la desorganización del mundo del trabajo. Esto se expresa, por un lado, en limitaciones en el acceso al trabajo decente; y por el otro, en la pérdida del poder adquisitivo del salario.
Desde esa lógica económica global imperante, caracterizada como la lógica del descarte, el mercado laboral se configura en un modelo que requiere sectores de baja productividad y con baja capacidad de empleabilidad. Como explica la teóloga argentina Emilse Cuda, el trabajador explotado deviene así en persona descartable.
Esto nos permite reflexionar, por lo tanto, acerca de una ruptura con el imaginario del trabajador industrial del siglo 20, hacia una fragmentación actual en la cual coexisten, bajo la noción de trabajador, situaciones de empleo asalariado, autoempleados, desempleados, precarizados o fuera del sistema.
Sin embargo, las crisis económicas argentinas siempre muestran la emergencia de la organización social y el esfuerzo de una comunidad que se organiza para articular respuestas paliativas.
Esta última apreciación es posible comprobarla en el marco del primer informe de la campaña Comer Bien. En los relevamientos iniciales, aparece como dato significativo que, ante la situación de emergencia social alimentaria, surge como respuesta el crecimiento exponencial de comedores, copas de leches y merenderos gestionados por organizaciones comunitarias y barriales.
En virtud de ello, el punto nodal de este artículo se vincula con poner en valor que el pueblo se organiza y es fundamentalmente trabajador. En tal aspecto, de los 305 espacios comunitarios relevados, hay al menos 2.300 personas que efectúan trabajos cotidianos, la mayoría de las veces sin mediar recompensa económica, y 22.300 personas que asisten.
En palabras de Cuda, “el pueblo pobre latinoamericano siempre es trabajador. Podrá no trabajar como obrero ni como campesino, podrá no estar empleado, pero siempre será trabajador. Para comer y resistir en la vida, en algo trabaja”.
Cabe agregar que si consideramos la categoría de pueblo trabajador, no debemos obviar la perspectiva de género, que aparece como un dato sustantivo en el informe aludido, ya que de las personas que trabajan en los espacios comunitarios, la mayoría son mujeres. Por lo tanto, estas realizan un triple trabajo que tiene que ver con la jornada laboral, las tareas de cuidado y, por último, el sostenimiento del trabajo comunitario barrial.
Algunos desafíos
A la crisis económica el pueblo respondió con un emergente organizacional, y hoy se suma el Estado a través de una política pública como lo es el Plan Argentina contra el Hambre. A la luz de los primeros análisis, y a manera de cierre de esta nota, nos animamos a proponer algunos desafíos en pos de transformar esta situación dolorosa para nuestra patria.
En cuanto al aspecto nutricional, se destaca que las estrategias alimentarias, tanto en los hogares como en los espacios comunitarios, contienen un alto porcentaje de comidas con elevado contenido de carbohidratos y bajo contenido proteico.
En virtud de ello, creemos que una arista del Plan Argentina contra el Hambre debe pensar el proceso de modificación de los hábitos de consumo. Por un lado, pensando en dietas más equilibradas; y por el otro, hacia productos regionales y locales, con la posibilidad de estructurar el sistema agroalimentario desde una lógica del fortalecimiento de la agricultura familiar, la economía popular y una perspectiva del desarrollo local-regional.
En relación con el campo laboral, como bien lo dicen las organizaciones sociales, el hambre se resuelve con trabajo remunerado que permita a las familias argentinas comer en sus casas.
En el corto plazo, es valorable la propuesta de la tarjeta alimentaria, que permite un aporte material para fortalecer la alimentación en el hogar.
En este punto, es importante imaginar y construir canales comerciales que permitan abastecer a las familias argentinas mediante la producción de empresas y de actores locales. La ampliación de la recepción de tarjetas en ferias populares y en las despensas barriales puede ser un camino significativo por recorrer.
El desafío parece ser, entonces, cómo contraponer a la lógica de la economía del descarte y de creciente individualización social procesos de organización social colectiva como alternativa, que tengan como sustento la profundización de lazos de solidaridad.
En última instancia, entendemos, la resolución de la problemática del hambre requiere de la construcción de acuerdos políticos con amplios sectores comunitarios y productivos de nuestro país.
Y, en definitiva, la disminución de las desigualdades sociales.
Artículo publicado en La Voz del Interior del día domingo 9 de Febrero.