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La historia de ellas «mulas»: Parte clave en el negocio narco.

Historia de mujeres que en nuestro país se encargan de transportar entre sus cosas o en sus cuerpos, droga, polémicas y reales historias de ellas, el eslabón más debil en la cadena narco.

El martes 23 de julio en Paraje Arenales, Salvador Mazza, Elvira Cabrera lleva entre sus pertenencias droga, un control de gendarmería la sorprende, la hacen bajar del colectivo en el que viajaba.En una faja en su abdomen, en y en sus medias, encuentra las 98 cápsulas de cocaína que no pudo tragar y alguien distribuyó entre sus prendas: 1.151 gramos de polvo blanco.

Historias como la de Elvira llegan a los medios cuando el final trágico se desencadena y los dedos apuntan al morbo. Pero la mayoría permanece en las sombras. «Mulas», «camellos» o «capsuleras» son algunos de los nombres con los que se deshumaniza a estas mujeres, el último y el más débil eslabón de la cadena del narcotráfico.

Sus perfiles son casi iguales: están atravesadas por la pobreza estructural, sufrieron múltiples violencias, la mayoría no terminó la escuela (algunas son analfabetas), están excluidas del sistema de empleo formal, son jefas de hogar y madres solteras. Quienes las captan, lo saben bien. Y, en el traslado de drogas, les ofrecen una estrategia de supervivencia para criar a sus hijos e hijas, en la que ellas arriesgan su libertad y hasta su vida.

En Salta y Jujuy, la cercanía con la frontera estimula la captación: Orán, Pichanal, Tartagal y Salvador Mazza, son algunas de las localidades calientes. 

Según el último informe del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (Sneep), en 2018 en la Argentina había 94.883 personas detenidas. De ellas, 4.362 eran mujeres (4% del total) y se estima que más de la mitad fueron privadas de su libertad por infringir la ley de estupefacientes.

El encarcelamiento de mujeres por delitos vinculados a drogas es una tendencia que crece de forma ininterrumpida y preocupante no solo en la Argentina, sino en la región y el mundo. En el país, entre 2015 y 2018, se incrementó en casi un 35% la población de presas por ese motivo en el ámbito del Servicio Penitenciario Federal (SPF).

Clarisa Galán, defensora pública de coordinación de las unidades que la Defensoría General de la Nación (DGN) tiene en Salta y Jujuy, explica que esa es la jurisdicción del país con mayor cantidad de mujeres en conflicto con la ley penal. Entre sus asistidas, el 99% tienen causas vinculadas al transporte de estupefacientes. Por semana, llegan entre uno y tres casos nuevos a cada una de las defensorías de Salta capital, Tartagal, Orán y San Salvador de Jujuy.

Hay mujeres que ni siquiera saben qué es lo que están llevando entre los bultos. Así le pasó a Doris, una joven madre soltera en situación de extrema vulnerabilidad, a quien le habían ofrecido cruzar desde Bolivia un parlante: adentro tenía más de cuatro kilos de pasta base. Por el calor, la cinta con la que se sostenía la droga se despegó y, en un control, el ruido alertó a los gendarmes. Desde la defensoría de Salta lograron su absolución: » Muchas mujeres son analfabetas. Cuando el juez leyó la sentencia y dijo la palabra ‘absolver’, ella no entendió.

No solamente llevan las cápsulas en el estómago, también en la vagina y el recto. Los riesgos son altísimos. «Si se rompen y la cocaína se libera bruscamente, no hay forma de salvarlas: el corazón hace un proceso que se llama aritmia ventricular y tienen muerte súbita. Otras veces, la cápsula se ‘lastima’ y la droga se va eliminando poco a poco: ahí comienzan a tener síntomas de intoxicación y su vida depende de si llegan al hospital al tiempo», asegura el médico.

«La pena no solo es altísima y de cumplimiento efectivo, sino que no pueden acceder al régimen de progresividad: por ejemplo, a salidas transitorias o la libertad condicional, como la mayoría de los condenados por otros delitos. Eso nos parece muy grave y preocupante. Creemos que hay que hacer una reforma legal para poder tener una mayor variación en las escalas penales en estos casos, opinan los especialistas. Estas mujeres no solo no implican una peligrosidad social, sino que es muy raro que vuelvan a reincidir. Pueden ser consideradas como víctimas de trata, ya que hay una captación, un aprovechamiento de una situación de vulnerabilidad y una explotación clara«.

Creemos que hay que hacer una reforma legal para poder tener una mayor variación en las escalas penales en estos casos, opinan los especialistas.

Mujeres que son las mas vulnerables y mas expuestas luego del negocio millonario de las drogas, que llevan en su cuerpo el flagelo de tener que trasladar el tan preciado material a riesgo de sus vidas y sus familias y expuestas a perderlo todo, tras los controles de gendarmería, situación terrible que se repite en todo el norte argentino.